LA POBREZA Y LA MARGINALIDAD AMENAZAN HOY A LA GOBERNABILIDAD Y A LA DEMOCRACIA
Por Mariano Obarrio (IVLP Argentina, Periodista)
En los países de América Latina existen masivas franjas de jóvenes de entre 18 y 40 años de edad que perdieron la oportunidad de la educación primaria y secundaria por una enorme cantidad de motivos económicos, políticos y sociales. Pero es urgente recuperar esos recursos humanos para recuperar nuestras economías e incluso nuestra institucionalidad y nuestra seguridad.
Estas franjas sociales se convirtieron en la principal clientela, y a la vez mano de obra, del narcotráfico. Además alimentan a las fuerzas de choque de gobiernos y a las organizaciones sociales que son blanco del clientelismo y el populismo como sistema político.
En la Argentina, hay cerca de 4 millones de hombres y mujeres en esa situación. Existen 12 millones de pobres y una cantidad similar de planes sociales que sólo contienen a esos sectores en la exclusión, pero no los incluyen, esto admitido por funcionarios oficiales con preocupación.
Pero el Estado tiene en sus manos una herramienta poderosa, que hasta ahora no usó salvo en contadas excepciones.
Tiene la posibilidad de ordenar un reclutamiento masivo de jóvenes y alojarlos en grandes extensiones de tierra del Estado, organizados logísticamente, dirigidos por las universidades, las escuelas técnicas, los sindicatos y las empresas, en emprendimientos primero de recuperación de la infraestructura y el medio ambiente.
Al mismo tiempo que se capacitan en oficios pueden llevar adelante emprendimientos de caminos, accesos a pueblos, instalaciones de alumbrado, obras de menor cuantía, alambrados de campos, canales de riego, forestación y obras contra la desertificación de los suelos, entre otras.
Se pueden alojar, alimentar y vestir en los predios de las Fuerzas Armadas, que durante décadas tuvieron la logística y la organización para movilizar grandes masas de jóvenes, a razón de 100 mil por año en un país como la Argentina. Este elemento es fundamental porque apuntaría a la masividad del plan y a satisfacer a gran escala el problema.
Se les debe dar a esos jóvenes atención sanitaria, vacunación, y conformar un censo de salud. Se les debe impartir educación sexual, higiene y educar en oficios especializados, además de darles una terminalidad educativa con métodos de estudios para adultos.
En un emprendimiento así se deben volcar todos los recursos de los actuales planes sociales que solo sirven para mantener y contenerlos en la exclusión y procurar financiamiento en organismos de crédito para el desarrollo.
Es necesario articular el esfuerzo con las empresas para que ellas formen los trabajadores del futuro de acuerdo a sus estrategias productivas. Y se debe diseñar en instituciones especializadas la matriz productiva de la región para los próximos 30 años. Además se puede inducir a que los jóvenes encaren esa preparación en las provincias y regiones donde nacieron sus abuelos o sus padres, para así desligarlos de su microclima actual violento, y organizar de ese modo una re-migración interna que descomprima los grandes centros urbanos de extrema pobreza, violencia y degradación cultural.
Los docentes de ese plan deben salir de las universidades, escuelas técnicas, sindicatos y empresas. Además, se puede aplicar el voluntariado. El sistema de salud debe aportar el sistema sanitario con médicos, universidades y alumnos residentes. El transporte, la logística y la organización le puede caber a las Fuerzas Armadas, que tienen experiencia en manejo de grandes masas de jóvenes y en organización de campañas u operativos de salvamento de catástrofes: esta catástrofe es social.
El diseño de los programas y oficios deberá salir de los ministerios, Economía, Educación, Agricultura, Industria, Infraestructura de los diversos países. Se apuntaría así a desarrollar oficios especializados en agricultura, ganadería, agroindustria, alimentos, turismo, metalmecánica, tecnología, minería, energía, hidrocarburos, siderurgia, vestimenta, etc.
En la Argentina, un proyecto similar fue aplicado con buenos resultados por un gobernador de la provincia de Mendoza. Pero el plan fue interrumpido cuando fue sucedido por un mandatario de signo político contrario. Las empresas demandaban jóvenes de esos programas.
En los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt aplicó los Cuerpos de Conservación Civil, de similares características, y logró la recalificación de más de tres millones de jóvenes condenados a la indigencia.
Muchos funcionarios, diputados y dirigentes están de acuerdo con estos programas. Pero al menos en la Argentina existen ciertos prejuicios porque pueden ser vinculados al viejo servicio militar obligatorio, una institución que fue altamente desprestigiada en los años ’90. Sin embargo, entre la dirigencia pude observar que existe un creciente consenso para aplicarlo.
Todo el Estado debe ponerse a disposición de la inclusión social. Es la gran apuesta del futuro. No hacerlo es hipotecarlo.